19.8.23

Algunas reflexiones provisorias frente al horror

 

Albrecht Dürer - Melancolía (grabado 1514)

Los resultados de las ultimas PASO en Argentina nos reclaman un balance de estos 40 años ininterrumpidos de democracia. Y para ello propongo sostener una hipótesis muy incómoda al respecto: El proceso de elaboración del trauma social que implicó la última dictadura cívico-eclesiástica-militar detuvo su proceso y suturó la posibilidad de complejizarse con las demandas históricas que fuimos enfrentando como sociedad. Si tenemos la suerte de que algo de “la crisis del 2001” retorne con lo que implica una posible victoria de Milei en octubre, no debemos pensarlo como un retorno de lo reprimido. Es retorno de un evento traumático y no elaborado —o elaborado parcialmente en el mejor de los casos —, reactivado por la amenaza de un trauma de proporciones semejantes, o incluso mucho peor.

Pienso que la semilla de la imposibilidad de pensar otro mundo posible en nuestro país, se encarna mucho en la imposibilidad de abandonar la obediencia debida una idea de democracia que está totalmente construida en base al terror y más concretamente al saldo del terrorismo de Estado; y a cómo la clase política dominante operó para que esa no tramitación del trauma coagulara la posibilidad de imaginar orto mundo fuera del capitalismo. Si tuviera que reducir la operación psicopolítica que ofició de coagulante a un enunciado y una posterior declinación, podría ensayar el siguiente modo: del tiempo inaugural del nuevo pacto social democrático “Con la democracia se come, se cura y se educa”, pasamos a un “Ésta es la única forma posible de la democracia, porque todas las demás experiencias fracasaron”. Esta última formulación que se estabilizó como discurso político actual en nuestro país, se sirvió de una forma maniquea y bipolar de construir el mundo a escala internacional (modelo capitalista/ modelo socialista) y una lectura del juego de fuerzas como “naturalmente” bipartidista a nivel local: conservadores/ radicales – radicales/ peronistas – kirchneristas/ macristas…

Hay varios problemas en contar la historia de esta manera. El más evidente es el borramiento de fuerzas políticas y sociales, muchas veces altamente organizadas: socialismo, anarquismo, movimientos campesinos y de pueblos originarios, movimiento de mujeres (solo por nombrar algunos); que no solo nunca se alinearon homogéneamente con la lógica de este supuesto bipartidismo, sino que además fueron las responsables de grandes conquistas democráticas, que luego, quienes fueron las fuerzas de turno para la administración del Estado —haciendo el trabajo que la ciudadanía les encomendó mediante el voto representativo—, llevaron a la puesta en forma de leyes y de políticas de ejecución, sostenimiento y protección de las mismas. Tarea necesaria si las hay, pero no autoengendrada ni suficiente.

El segundo problema que puedo pensar —y ciertamente uno de los más conflictivos—, es que éste mismo discurso —conjugado a modos de pensar la economía y su relación con el Estado—, llevaron a interrumpir la profundización de las contradicciones del sistema sobre el que se sostienen todos los Estados occidentales en la actualidad: la democracia y sus límites dentro del capitalismo. Donde las tendencias al desarrollo de políticas liberales o neoliberales provocan crisis económicas, sociales y de representatividad política; que se reequilibran con los matices propios de cada realidad regional y local, pero que nunca cuestionan el modo de producción y reproducción socio-económica de fondo. En nuestro país, la defensa de la democracia se constituyó en una no crítica al sistema. Y esto nos llevó como sociedad a una imposibilidad de poder pensar otros mundos posibles. Coaguló en la premisa: “democracia es esto o nada”, por tanto, se empezó a torcer la idea de qué significan las políticas de izquierda y de derecha en nuestro país. Se sostuvo de este modo el programa de borramiento sistemático a cualquier fuerza política y social que atentara contra el capitalismo.

No hace mucho tuvimos que escuchar “a la izquierda nuestra está la pared”: declaración dolorosa y canalla si las hay. Primero porque hace desaparecer a colectivos antiimperialistas, anticapitalistas, que apuestan a economías populares, cooperativas, autosustentables, respetuosas del territorio que no invisibilizan a los pueblos originarios, afrodescendientes, etc. Segundo porque somete —a través del terror— a parte de la población que les elegía como representantes, señalando que lo único que queda es empezar a acostumbrarse a “tragar sapos” por el bien de “la democracia”. En resumidas cuentas, se constituye un discurso de anulación de la posibilidad de elección por temor al aniquilamiento: “como no existe la opción, solo estamos nosotres o la barbarie neoliberal… nada más”. Cualquier posicionamiento crítico, lúcido y alternativo, reconocido honestamente como tal, se desestima por idealista, romántico, principista, dependiendo del contexto de la discusión y cuánto las defensas se pusieran al servicio de la chicana política. Lo que en otras palabras significa que no es posible nada nuevo: nada más y nada menos que otra version —mucho más compleja— del fin de la historia.

Así se construyó el primer monstruo del capitalismo argentino pos 2001: el macrismo. Era necesario antagonizar con algo que estuviera más a la derecha —mucho más a la derecha— para sostener la afirmación de que “a la izquierda no hay nada”. El monstruo creció y se alimentó del descontento, la impotencia y toda la violencia introyectada que el Estado descargó sobre la ciudadanía: violencia económica, simbólica y física (la tan conocida represión por parte de las fuerzas de seguridad). Con esto no estoy diciendo que los gobiernos kirchneristas no tuvieran políticas en materia de DDHH, salud, educación, vivienda, la protección a los sectores que pertenecen a las clases históricamente desafiliadas de la economía formal. Estoy planteando que hubo violencia económica para sostener gobernabilidad dentro de un sistema capitalista porque no fue posible ejercer la autonomía que supuestamente podría desarrollar el Estado dentro de su modelo económico. Eso se tradujo en inflación, generación de empleos basura y un desarrollo de la economía interna que no fue suficiente para equilibrar la balanza de la justicia social sin que el costo no recayera en la sociedad que solo tiene su fuerza de trabajo para vender en el mercado laboral. O sea, la crisis del sistema fue amortizada por las grandes mayorías que no somos dueñas de los medios producción y reproducción del capital. Y también hubo violencia simbólica sostenida frente a los sectores, cada vez más amplios y heterogéneos, que empezaron a criticar el discurso de que con esta democracia alcanza; que este modelo es viable; que el capitalismo humano es posible.

Por supuesto que las críticas y las quejas no fueron totalmente formalizadas en estos términos. Las personas que tenemos la desgracia de haber nacido en este mudo, rara vez podemos darnos el lujo de ejercer el derecho a sentarnos a pensar críticamente, a estudiar, a discutir y disputar ideas. La mayoría de las personas en este mundo, solo podemos vender nuestra fuerza de trabajo para llegar a fin de mes —pagar las cuentas, el alquiler y comer—, y con suerte permitirles a nuestres hijes acceder a la educación y un poco de ocio y descanso cada tanto. Cada vez más y con más brutalidad, nuestra vida se reduce a dormir para trabajar y trabajar para sostener nuestras funciones vitales como poder descasar 5, 6 o 7 horas y seguir trabajando.

En una síntesis que no pretende ser exhaustiva ni precisa —porque mi objetivo es hacer un análisis psicopolítico, no económico ni histórico—, en nuestro país, las reestructuraciones a las crisis del sistema fueron: 1) a la hiperinflación de finales de los ’80: neoliberalismo menemista; 2) a la crisis institucional, económica y socio-cultural de 2001: el kirchnerismo; 3) al fracaso del modelo económico y social por progresiva flexibilización del proteccionismo económico y social del kirchnerismo: el franco neoliberalismo de representación política mixto del poder empresarial y de familias liberales y conservadoras históricas; 4) a la profundización de la crisis económica y política: un gobierno de centro acordado por un frente lábilmente cohesionado, que cristalizó en un representante político impotente para profundizar (y en muchos casos sostener) políticas sociales, timorato frente a la inercia del giro a la derecha en materia económica 5) a la crisis de representatividad por fracaso de ambos polos del bipartidismo: giro a la derecha expresado en un candidato abiertamente neoliberal en materia económica y fascista en materia política.

Esta formalización esquemática de cinco vueltas del tardocapitalismo, deja al descubierto no solo el agotamiento cíclico cada vez más acelerado y descarnado del sistema; sino también la incapacidad de los discursos políticos de matriz tradicional, para interlocutar con la sociedad civil, que aunque está cada vez más alienada de la posibilidad de acceder al capital cultural y el derecho básico a poder vivir sin estar haciendo peligrar su existencia; entiende perfectamente que esto no funciona y solo nos lleva a la destrucción.

Que la capitalización del descontento, la impotencia, la desesperación, el terror a la aniquilación de lo poco (o mucho) que se tenga sea capitalizado por discursos cada vez más fascistas, se debe al deterioro del lazo social que provoca el mismo sistema. Ya que, como dice Adrián Piva, “El capital no es una relación social puramente económica, el Estado es uno de los modos en que la sociedad capitalista se desenvuelve, se desarrolla, se reproduce. (…) Cuando la sociedad capitalista entra en crisis, entra en crisis el conjunto de esas relaciones sociales; entra en crisis lo que llamamos «la economía» y entra en crisis también lo que llamamos «la política» (…) Porque esas relaciones están articuladas a través del mercado. (...) si la intervención del Estado disuelve la separación entre economía y política, que es la condición de funcionamiento del mercado, pone en crisis la forma en que se articulan las relaciones sociales”.

Las preguntas que nos quedan para poder pensar, sostener, debatir y organizar son: frente a la prueba de realidad descarnada del fracaso del modelo político y económico actual ¿Somos capaces de pensar que otro mundo es posible? ¿Somos capaces de abandonar el terror y las construcciones dogmáticas de verdad? ¿Somos capaces de apostar a la radicalidad de lo impensado y dar el salto que nos saque de la melancolía? Y en este impasse lógico que tenemos que abrir —aunque el tiempo cronológico ya esté en descuento hace décadas a nivel regional, y octubre nos respire en la nuca a nivel local—, no debemos caer en la ingenuidad de creer que las crisis son per se momentos de desestructuración de los sistemas de dominación y, por tanto, oportunidades políticas revolucionarias. Desestimar el carácter disciplinante de las crisis es lo que nos condujo a las puertas de un gobierno elegido democráticamente que sostiene abiertamente un discurso fascista. Y esto es una advertencia para todo el arco político que disputa en los espacios de representatividad estatal.

Piva sitúa el problema del siguiente modo: “La crisis general es una crisis de reproducción de la sociedad (…) Puede ser catastrófico o puede desarrollarse gradualmente en el tiempo, pero, como sea, se trata de procesos de crisis de reproducción de la sociedad, de disolución de los lazos sociales, que afectan a todos los sectores sociales. Y a medida que la crisis se profundiza, se agrava, se prolonga en el tiempo, afecta mucho a la clase trabajadora y a los sectores populares.

“Ese efecto disciplinante es muy importante sobre todo en períodos de crisis de alternativa política. Porque ante la ausencia de alternativa política, la clase trabajadora, si está movilizada y organizada, solo puede tener cierta capacidad de bloqueo. Y el éxito en el bloqueo a la ofensiva capitalista lo que tiende a provocar es una prolongación en el tiempo de la crisis y, en algún momento, inevitablemente, su profundización. Entonces es ahí donde el efecto disciplinante juega un papel importante. (...) La especificidad de la estrategia de ofensiva neoliberal fue el uso de la coerción del mercado como medio de disciplinamiento. (…) la violencia estatal estuvo orientada a transformar las relaciones entre Estado y acumulación de modo que se convirtió al mercado en un medio de disciplinamiento, de desorganización de la clase obrera y de individualización de los comportamientos sociales. (...) En el neoliberalismo la coerción del mercado se transforma en un arma política”.

Por eso necesitamos escuchar el malestar de la clase trabajadora, aunque no se identifique como tal, y construir un horizonte que habilite la posibilidad de estrategias anticapitalistas, antiimperialistas, antifascistas. Esto nos lleva inevitablemente a abandonar mecanismos y modos de organización de los estados y las economías que solo pueden existir en un sistema que está diseñado para aniquilar a las mayorías y a los ecosistemas donde la humanidad existe. Debemos dejar de naturalizar y normalizar los modos actuales de la existencia dado que no debería resultarnos natural perforar la tierra hasta indecibles profundidades; extirpar árboles, animales y personas de sus lugares nativos; cubrir el cielo de satélites que bombardean la superficie con ondas electromagnéticas. No es normal reventar átomos para generar explosiones inimaginables; ni desertificar paraísos de selva y agua; o llenar el fondo de los mares de cables de internet y las superficies de las aguas de micro plásticos y botellas, y las profundidades intermedias de medusas sintéticas. No admitir que esto no es normal es también una forma del negacionismo.

En una entrevista de 2011 Miguel Benasayag —hablando sobre el elogio al conflicto— situaba que el trabajo no se trata de reponer “la esperanza” en el marco de las luchas, sino de organizar acciones intensivas para garantizar la vida psíquica de las personas, para que exista luego la posibilidad de poder disputar algo más que la supervivencia. Señalaba que el discurso de la modernidad plantea un hacer que pretende anular lo negativo, ofertando propuestas de un orden social que cohesionaría completamente, anulando así los conflictos. Cuando en realidad, el humano real no es “el hombre normal”, “racional”: encarnamos la contradicción, no buscamos forzosamente nuestro bien, e incluso podemos desear fuertemente el mal. Esto es lo que nos confronta con la ruptura de “la promesa” una y cada vez, dejándonos en el desconcierto y la impotencia. Por ello es necesario construir un compromiso político que no sea ordenado por la promesa a priori de un mundo ideal. Es en la inmanencia de la situación donde se reencuentra el deseo, es el hacer con lo que crea aquello que moviliza el deseo. Y poder interrogar qué es lo que ordena la lectura de la acción es clave: ¿es la promesa de una sociedad perfecta o la asimetría situacional concreta? Si logramos localizar y recortar estas asimetrías concretas, lo que aparezca como contenido ideológico de las acciones para responder a ellas será lo de menos. Lo que importa es que se pueda decidir, que en el modo de leer la realidad haya un lugar para habilitarnos a asumir un lugar que nos reposicione como sujetos políticos. Cada quien encontrará su propia promesa que hará lazo con otres. No se trata entonces de recurrir a un modelo utópico, cuando el mundo que se prometió garantizar (de un lado y otro) fracasó. Se trata de hablar desde un modelo tópico, de crear una horizontalidad para cuestionar y militar realidades concretas donde nadie pueda decir, en nombre de un modelo abstracto, qué está bien o mal. Que ya no sea posible permitir que el motor decisor sea una promesa que solo uno conoce y los demás apenas intuyen o solo se limitan a seguir al modo de un acto de fe. 

La solución no la tiene nadie. La salida es colectiva y hacia un espacio que está por construirse con la materialidad de experiencias múltiples y alternativas. Un mundo donde haya verdadera capacidad para la elección requiere que las personas no estemos en la encrucijada de perder la vida o resignarnos a sobrevivir como se pueda. Usemos la historia para poder hacer una lectura dinámica de los desafíos que nos tocan. La historia no es “el pasado”, la historia es actual y es presente. Y por favor, no olvidemos nunca que la única respuesta al fascismo es el antifascismo.

14.1.23

La economía de los afectos



Qué nos lleva a amar a otras personas la verdad es algo que —por suerte— nunca termina de saberse por completo. De hecho, los años me han llevado a entender que cuanto más se puede explicar sobre un vínculo, más hay que sospechar de ello. Pero pensar siempre ayuda, aunque eso nunca nos ahorra —o no debería— las contradicciones, los puntos ciegos, los pantanos en los que encallamos enganchades de nuestros propios mambos psicológicos, esas “arenas movedizas del pensamiento”, diría Mr. Jones.

Ojo que no estoy hablando de relaciones —no importa del tipo que sean— donde lo que circula es violencia de alguna clase… eso que tan genéricamente se llama “toxicidad”. Estoy hablando de relaciones en las que las cosas están bien porque te sentís bien, porque las cosas crecen, se complejizan, aparecen aspectos tuyos y de les ortes que son nuevos y potenciadores del vínculo. Relaciones que tienden a la desilusión en el sentido de que apuntan a la desidealización de une misme y de les otres. Donde no se ven como errores o problemas los momentos de tristezas, de discusiones serias, de quedarse pensando con lo que dijiste y —sobre todo— con lo que te dijeron. Relaciones donde entendés que no se trata de tu felicidad, como idea de completud, lo que te une a les otres… hablo desde una concepción del amor que está bastante lejos de la vaina romántica patriarcal, mucho más cerca de la incertidumbre y de la idea de finitud que de otras cosas.

Lo curioso del amor en nuestra cultura, es que se nota más cabalmente cuando se lo pierde o se lo defrauda. Se invisibiliza todo lo que realmente marcha y nos hace crecer. Por eso se le tiene tan poca estima a las amistades como verdaderos amores, por ejemplo; y se sufre de modo tan estragante cuando hay rupturas de esos vínculos… no hay palabras, no hay red simbólica para llorar esas perdidas y se transita todo eso en soledad y silencio. Por eso solo podemos hablar de lo que se pierde en las rupturas sexoafectivas, que son las que el sistema cis hetero patriarcal y capitalista absorbió para seguir produciendo y reproduciendo la fuerza de trabajo a explotar. Por eso a algunes escandaliza y a otres les llena de regocijo una “tiradera despechá” que se vuelve hit a fuerza de hate o elevación a himno; que se reproduce al infinito como meme, como dedicatoria, como remix, como discusión política o filosófica.

Con más o menos contradicciones, lo que queda al descubierto es que a la asimetría constitucional de los vínculos, se le monta la asimetría del sistema… y entonces hay que reclamar resarcimientos simbólicos y materiales. Y no se trata de hacer una vindicación a la idea naïf de que sería posible deshacernos de esto, porque el amor —para mí— no es más que un por dónde y cómo, eso, que es una cantidad, circula, se estanca, explota, se disipa… Y si es una economía, entonces deberíamos preguntarnos por la plusvalía, ¿no? Porque si lo que nos inquieta es el modo de producción y reproducción de lo que creamos como humanidad, no podemos olvidarnos que bajo ciertas coordenadas, hay parte de nuestra producción que puede ser expropiada… o no.

Por eso, cada vez con más convicción aspiro a vínculos que no sirvan para nada que pueda ser intercambiado por o como mercancías. No porque no haya valores sociales involucrados en los vínculos —vivimos en una sociedad y no escapamos a lo que nos hace performar—, sino porque en el mismo acto de amar con otres, busco que algo del sistema se mal logre y que ese plusvalor que se libera en el arruinar ese circuito vuelva, irradie y genere potencias inabarcables, inenarrables… solo traducibles a estados físicos vagos, que a lo sumo me obliguen a que se me escape una sonrisa torcida, de esas que me hacen estirar fugazmente la comisura izquierda, y que para cuando la percibí ya desapareció. Como esas contracciones involuntarias que provocan los estímulos que recibe el sistema nervioso cuando menos los estás esperando y tu psiquismo responde con un “… cierto…” sin palabras, de solo gesto. Y ya sabemos que los gestos, cuando son actos políticos, son la semilla de toda revolución que vale la alegría. Porque finitud y permanencia —por suerte— son dos cosas distintas.

2.9.22

Alguien ha matado algo


Imagen: Obra de Nicola Constantino.

Es extranjero, es psicótico, es nazi… es otro. Es ajeno, es algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros. Y, sin embargo, alguien ha matado algo.

Gatillan dos veces a la cabeza de la vicepresidenta de la Nación, a centímetros de su cara, frente a todos, en la vereda de su casa.
Fue un auto atentado, es un arma falsa, es un pedazo de fierro cortado… es otra cosa lo que pasa. Es ajeno, algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros.
Declaraciones banales de representantes de la democracia en redes sociales, minimizando un intento de magnicidio, desplazando el punto de la cuestión —cuando ya no es posible renegarlo—, la ausencia de repudio orgánico: estruendoso silencio. Y, sin embargo, alguien ha matado algo.

Un acto de violencia individual, no amerita un paro nacional. Ustedes, ustedes soltaron al loco… la culpa es de el de más acá. Es ajena, algo que no nos pertenece. Como el sinsentido. No tiene nada que ver con nosotros.

Hace meses el odio, la banalización del mal, es lo que circula y lo que compone las vías regias de los discursos que se plasman en las superficies de los dispositivos del tejido social. Violencia mediática, política, económica, social. Discurso de odio no es solo el de los medios de comunicación contra “figuras públicas”, representantes de las instituciones democráticas. Discursos de odio también son todas las políticas que nos llevan hasta acá: un intento de magnicidio, represiones policiales a la sociedad civil, femicidios, travesticidios, desaparición de personas, apremios ilegales, ecocidios, racismo, estigmatización de la locura, patologización de los delitos contra las comunidades.

Una gran representación gráfica de la noción de trauma. Lo ajeno, eso que se rechaza dentro de sí. El verdadero sinsentido, es lo más íntimo de todos nosotros. Nadie nace solo, nadie vive solo, nadie muere solo… y definitivamente nadie mata en soledad.
Anoche asistimos —en loop frenético, en todas las pantallas de televisión— a la catástrofe de entender que, aunque no haya pasado “nada mucho peor”: alguien, igual, ha matado algo.

5.8.22

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Despertar con una melodía en la cabeza y que toda tu mañana se encuentre ominosamente relacionada con esa canción: forma y contenido, contenido y forma; que no es la letra y la música, la música y la letra, porque así no funciona ningún texto. Porque casi todo lo que pasa puedo pensarlo como un texto. Escuchar, mientras espero un turno que se demora, un análisis sobre Hallelujah de Cohen: su progresión de acordes —cómo se sienten en el cuerpo los mayores, menores y disminuidos… como si algo de todo eso fuera natural— y la letra. Que antes y después de ese “recreo” me obliguen a pensar en el amor para mostrar posibles claves de lectura a la otra persona con la que se trabaja.

Odio que las cosas me persigan, odio que no tengamos una palabra en español para expresar que no es cualquier tipo de persecución… to be haunted es otra cosa —Ser perseguido es, definitivamente, más liviano—. No se siente como este agujereo constante a nivel ontológico que se presenta sobre todo con los silencios entre cada una de las cosas que se logran reconocer. Odio haberme resignado a que esto siempre será del mismo modo, que lo que se entiende como una maldición, no es más que aquellas cosas con las que se siente una atracción irresistible y que vuelve desde fuera como una inminencia acechante. Odio saber que en realidad esto que nombro como resignación en realidad sea parte de mi deseo, que este ceder a ello no implique solo ser doblegada, sino otorgar una parte de mí —mi voraz curiosidad— al mundo.

No siempre se trata de un qué, no siempre se lo puede disfrazar de tal cosa. Porque en esos momentos en los que consigo escuchar el silencio, entiendo con todo el cuerpo que se trata de un cómo ese cuánto aparece. Será por eso que todo pueda resumirse en ese esfuerzo imposible de dar caza a lo que insiste. Odio to be haunted por la misma cosa siempre, y eso me hace enojar como cuando tenía que estudiar a Freud hablando sobre la neurosis obsesiva. Solo que ahora estoy vieja y sé que la curiosidad no mata al gato, sino que —como nos enseña el ensayo de Schrödinger— se encuentra vivo y muerto al mismo tiempo, agujereando este pequeño espacio de la mente que llamamos el mundo, retornando desde fuera agitando lo más intimo e interior al mismo tiempo.


Ilustración: Alexandra Waliszewska

16.7.22

Confabulación

 

Ilustración: Aleksandra Waliszewska



A Alejandra Pizarnik

 

Desnuda soy en mi cuerpo

una muñeca de huesos de pájaro,

ciegamente mía.

A media noche me habían prometido

un silencio, pero tus ojos están más lejos

que el espacio lleno de gritos del poema,

pues yo escribiendo he perdido.

Cómo desearía matarte.

Sueño que escuchas cerca de ti

mi condenación, palabra por palabra

de este memorial fantasma.

Ya nada será tuyo, ni tu deseo,

un ir hacia no hay dónde,

toda la noche haciendo la noche.

Cómo desearía matarte.

Aprendo que estás más como un árbol,

por toda la noche huyo al suicidio del nacimiento,

y escribo cuchillo alzado en la oscuridad.

Horror de encontrarte en mis poemas y sus gritos,

cuando yo me había prometido al silencio.

Cómo desearía matarte.

 

Tu nombre es la enfermedad de todas las cosas.


14.6.22

MALAS LENGUAS*


Ilustración: Apollonia Sainticaire


Hola odiador@s compulsiv@s, fundamentalistas preventiv@s, obtus@s empedernid@s. En resumidas cuentas: representantes sin beneficio alguno del conservadurismo. Les vengo a hablar de algo que les rompe muchísimo las pelotas —a los portadores de dichas gónadas— o que les hiere algún lugar de su estética lingüística: el lenguaje inclusivo y el no binario. Que no, no son lo mismo.

Nuestro idioma, el español o castellano (acá díganle como gusten, porque según la gente que realmente sabe de esto, da lo mismo y como todo en lo que respecta a lenguas, no deja de ser posicionamiento político), es una lenga binaria. Y solo algunas palabras como: «esto», «ello», «eso», «lo», son neutras. El problema es que muchas palabras que señalan colectivos son masculinas, invisibilizando incluso las identidades de género femeninas, reforzando así el falso universal del sistema patriarcal. Pero no porque la lengua sea machista o patriarcal, sino porque el uso del lenguaje es político, y las estabilizaciones de las lenguas son actos políticos también.

Un buen modo de deshacernos de este problema es utilizar LENGUAJE INCLUSIVO, que ya contiene nuestra lengua, como por ejemplo el llamado desdoblamiento: nombrar forma masculina y femenina de las palabras. Pero esto no visibiliza a otras identidades no binarias. Así como tampoco lo hace la utilización del @, dado que solo incluye lo femenino y lo masculino —y que además tiene el problema es que no es posible pronunciarlo en voz alta—. En conclusión, ambas variantes no escapan al binarismo de nuestro idioma.

 

DIFERENCIA, la madre de todas las revoluciones. LENGUAJE NO BINARIO.

Arranquemos por hacer ciertas definiciones técnicas, teóricas y por supuesto políticas. No es lo mismo el género gramatical, el sistema sexo-genérico y la identidad de género (el género como identidad).

El género gramatical es una clasificación que tienen algunas lenguas para determinadas palabras como los sustantivos, adjetivos, y quizás lo que más notorio se hace en los pronombres personales referidos al sujeto.

El sistema sexo-genérico, es el concepto que visibiliza que lo que antes se entendía como una “diferencia biológica”, no deja de ser marco interpretativo cultural históricamente situado. Y no, con esto no estamos diciendo que el cuerpo no existe y solo somos significantes. Lo que se señala es que ni las expresiones cromosómicas, ni los dosajes hormonales, ni la expresión fenotípica (cómo se desarrollaran las genitalidades) dicen nada del supuesto “dimorfismo sexual” osea, la existencia de un binarismo sexual: hombre/ mujer. La prueba “biológica” más dura y evidente de que no hay solo dos sexos, es la existencia de las personas intersexuales: que presentan “discrepancia” entre su sexo cromosómico, su dosaje hormonal y/o su genitalidad.

Finalmente, la identidad de género, es algo que cada sujeto construye según su autopercepción, que no necesariamente se fija en algún marcador identitario de modo definitivo, y que puede corresponder o no a lo conocido como “femenino”, “masculino”, “trava/ trans” o no querer anclarse en algo, siendo así alguna de todas las formas que puede tomar lo “fluido” o “no binario”. Estas existencias no son un invento “progre” o de las feministas o una “ideología de género”. Existen y existieron desde la antigüedad comunidades que reconocen un tercer género o incluso identidades no ancladas a ningún género especifico en todas partes del mundo. Que en nuestra cultura occidental judeo-cristiana colonizada/ colonizadora, nos manejemos minorizando y constituyendo como anomalías, colectivos completos de personas, no tiene nada que ver con la “realidad objetiva” actual o histórica.

Y para estas personas de las que no se habla ni piensa, por los diferentes mecanismos de opresión del sistema cis-hetero patriarcal, el colonialismo y el capitalismo; es que se elige utilizar el llamado lenguaje neutro o no binario, señalado con la terminación -E, o la utilización de la X. El problema de esta última es que no es pronunciable por las personas ni por los dispositivos de lectura de pantalla que permiten accesibilidad a quienes, por algún motivo, no pueden leer. Es por eso que la terminación en -E está siendo la más operativa a nivel lingüístico. Y no, si se utiliza debidamente, no “deforma” el lenguaje. A lo sumo se tratará de un tema de acostumbrarse a cualquier cambio de nuestra legua. Imagínense que dejar «fermoso» para decir y escribir «hermoso» debe haber sido bastante chocante, también… pero el idioma no desapareció, acá seguimos les hablantes de esta variedad llena de préstamos lingüísticos, “deformaciones” y alteraciones que en algún momento se nominó castellano/ español.

Y ¿Cómo funciona entonces? Simple: se agrega un nuevo género

Femenino: ella (la hija) -A / Masculino: él (el hijo) -O / Neutro: elle (le hije) -E

El problema es que muchas veces género gramatical y género sociocultural no coinciden. Por ejemplo: «(la) persona». Gramaticalmente es una palabra de género femenino, pero socioculturalmente su género es neutro (es una palabra epicena). Por eso no se puede decir: «la persona es alte».

Pero en el caso de otras palabras epicenas, si utilizamos lenguaje no binario tenemos que decir, por ejemplo: «les artistas». Dado que es una palabra con género gramatical masculino, por tanto, invisibiliza identidades de género no binarias, allí es que nos servimos del tercer género.

En el caso de las palabras que tienen versión femenina y masculina: debemos pensar cuál es la raíz de dicha palabra. Por ejemplo: «actor» / «actriz» son palabras derivadas de «actoral», por tanto, la modificación se deduce de ello y tenemos la palabra «actore» para denominar personas no binarias que se dediquen a actuar.

Si no comparten raíz, como «madre» / «padre» o «nuera» / «yerno» … ahí hay que aplicar la creatividad: «xadre/s», o «adre/s». Aunque también nos queda el recurso del parafraseo, por ejemplo: «le novie de mi hija/o/e».

Para el lenguaje en traducciones o lenguaje formal, se utiliza lo que le lingüista Artemis López (@queerterpreter) denomina lenguaje no binario indirecto: evitar todas las manifestaciones de género eligiendo palabras epicenas o cambiando la estructura de la frase: expresiones como «¿Estás ansiosa?», por ejemplo, se reemplazan por «¿sentís/ siente ansiedad?». O también podemos utilizar las denominadas palabras epicenas: que tienen género gramatical, pero que incluyen otras identidades de género. Estas palabras pueden ser estrategia tanto del lenguaje inclusivo y del no binario. Pero OJO, porque pueden incluir algún género gramatical si están acompañadas por algún adjetivo o artículo marcado. Por ejemplo, para el no binario, se puede decir: «Mi aprendiz está feliz», pero no: «Mi aprendiz está contenta».

 

PARA FUNDAMENTALISTAS DE LA LEGALIDAD Y SUS PEROS

La ONU plantea que deben evitarse todas las formas del lenguaje que sean discriminatorias, visibilizar el género cuando la situación comunicativa lo amerita y no hacerlo cuando no lo exija.

En Argentina tenemos la Ley de Identidad de Género N° 26.743 que establece que el respeto a la identidad autopercibida de las personas es un derecho, a su libre desarrollo dentro de esa identidad y a ser tratada conforme a esta y en particular a ser identificada de este modo en los instrumentos que acreditan su identidad (y el lenguaje utilizado para referirse a esas personas no es una excepción). Y la Ley 26.485 para la Protección Integral, Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres. Ley que permite pensar cómo la violencia machista y patriarcal no es algo que solo padecemos las mujeres, sino todas aquellas identidades que son feminizadas: puestas en un lugar de inferioridad y que, por salirse de los lugares asignados dentro del sistema, pueden (y deben) ser violentadas para restituir el orden hegemónico. Y uno de los tipos de violencia que se emplea para ello es la violencia simbólica, cuyo vehículo principal es la lengua (el idioma) y los modos de nombrar o no hacerlo —porque las cosas si no se nombran, no existen—.

La RAE, tampoco se opone al uso del lenguaje no binario. En 2021, desde su cuenta oficial de Twitter, frente a una consulta sobre una traducción donde su texto original está utilizando el género neutro, publicaron que “son los traductores los que deben tomar las decisiones que consideren oportunas en cada caso”. Y en otra publicación sugería que se tratara a las personas no binarias como desearan y manifestaran ser tratadas.

Así que ya saben, esta discusión que lejos de ser un tema de lingüística abstracta (como si realmente tal cosa existiera), es un tema profundamente político. Porque como ya expresé en otra oportunidad, los errores no son gramaticales, acá se trata de errores de integridad (política). Y si bien es cierto que las palabras no están antes de los actos; las palabras se recortan de los sucesivos hechos históricos, hitos, para ser más específica; no creamos que las palabras no moldean cuerpos en acción.

La lengua tiene un uso, que es multívoco, equívoco, hasta en el nivel de análisis en el que esto se supone “está todo bajo control”: la semántica. Ya lo decía de Saussure hace un siglo, las cosas que uno habla se van corriendo de lugar: los significantes corren significados, o viceversa. Pero volvamos mejor al nivel pragmático del lenguaje. La pragmática, necesariamente es un terreno político. Aquí no estamos hablando de una mera sustitución de letras, es mucho más que eso: estamos hablando de reconocer la existencia de otras identidades que escapan al binarismo de nuestro idioma. Que ya vemos que no es natural a la lengua, sino que es como todas las cosas, el decantado de las construcciones que se fueron dando en las relaciones de poder. El androcentrismo, la visión machista y patriarcal, el capitalismo y el colonialismo. El error de integridad política se comente cuando en nombre la supuesta pureza del lenguaje, como si fuera algo inofensivo, cometemos violencia simbólica. Porque la lengua es una cuestión de género. Y muchos problemas se solucionarían si pudiéramos bancarnos que la lengua es más que un código abstractactamente pautado que se aprende en el proceso de devenir “humano”.

La lengua la hablan las personas, y las personas son históricas: están atravesadas por el lenguaje y las prácticas que lo producen y reproducen; y son sociales: ocupan un lugar en el sistema de producción y reproducción del capital, el colonialismo y el patriarcado; y son culturales: usan lo simbólico que se desprende de sus prácticas para reforzarlas o romperlas y correrse… correrse… correrse. No hay nada más trágico que una pretendida posición de inteligencia que solo encubre ignorancia y negacionismo. Cualquiera que sea hablante fluido del español rioplatense sabe cuándo el neutro está mal empleado o no. Por favor, basta.

 

*Esta nota está construida en base al video de Linguriosa, e intenta suplementar profundizando con otras herramientas lo que allí se plantea. Casi todos los ejemplos lingüísticos fueron extraídos de allí. Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=SBD26JpgPts

9.1.20

HP❤CRAFT


Me advertiste de la corriente
que se arma en tu escalera
―No sea que se te enfríe el pechito―
porque andaba desabrigada
de la noche anterior,
hiciste observaciones reconfortantes
sobre que no tendría que pescar
―No sea que te angusties un poco―
un taxi en la calle tenebrosa
a altas horas de la madrugada.
Te regalé el silencio sobrio
de una media sonrisa
que pasó desapercibida,
así como cuando no oíste
el sueño que te regale en la mañana:
―Un monstruo verde
con cara como de esas máscaras
feroces chinas, se descolgaba
del techo para atacarme
y yo lo recibía de brazos abiertos
presta a llenar las manos
con puñados de plumas
y carnes magras―,
así como no viste en mí a la mujer
pequeña de solerita con el comic
del Neonomicon de Burrows y Moore
bajo el brazo, caminando a las 7 por 71
yendo a tomar el TALP mientras pensaba
en la escena de Men In Black donde
―entre tanto esperpento del bajo―
la única figurita acribillada
era la niña que cargaba los libros
de física y matemáticas.

19.11.19

La épica del vengador


Fui a ver The Jocker hace poco pero hace un tiempo ya. Muchas cosas se han dicho ya de esta película, pero me gustaría poder compartir algunas ideas que me quedaron resonando. Voy a empezar por destacar lo más obvio, pero no menos importante:

Me gustó la actuación descomunal de Joaquin Phoenix, la dirección de cámara, la fotografía, la música, el guion (es una historia bien narrada). Como película, como objeto estético es impecable. Creo que es la primera vez que me pasa que dejo de leer los subtítulos y me dedico a escuchar porque necesito imperiosamente no perder un solo detalle de lo que se está narrando visualmente lo que me llevó a notar una mala traducción en un momento crucial de la película, que más adelante retomaré.
Sin embargo, y a diferencia de muchas personas, no conseguí identificarme con el personaje. No me entristeció su historia, no me éxito que se convirtiera en el "héroe" de los pobres despreciados y violentados por la burguesía de Gotham City. No pude reírme con ninguno de los chistes negrísimos y guiños bizarros de la película (que son muy buenos todos). Me acompañó más bien una sensación de mucho malestar durante toda la película y bastante tiempo después.
Lo que sí me dio mucha tristeza fue la representación de la sociedad estadounidense que allí se ofrece. Una sociedad que solo puede pensar el despertar de una revuelta social inspirada por un "héroe". Y ojo, aquí uso el término en el sentido de la individualidad carismática con quien las masas pueden identificarse. No se trata tanto de qué tipo de valores son los que se portan, sino la forma de interpelar al resto. Un tipo que decide hacer carne el estigma social y cultural de ser pobre y loco, y sacrificarse en el mismo acto de su venganza. Porque a diferencia de lo que en otras críticas leí, el Jocker no es un psicópata, el Jocker nunca pierde la empatía por los demás: ni por su madre, ni por los demás miserables… incluso aquellos que lo violentaron y lo volverían a hacer. Todo lo que realiza lo hace desde el dolor profundo y defensa maníaca a todo eso que lo está aniquilando, nunca deja de obedecer a quienes le dijeron durante toda su vida que su existencia no tiene ninguna razón de ser, que para lo único que sirve es para ser desechado como la mierda que es. Y ese es el final imaginado por el personaje, solo que hasta eso le sale mal.
El Jocker no es un misógino, ni un psicópata. Es un tipo que pergeña una performance que está a medio camino de una sublimación artística, cuando se venga en vivo y en directo de su figura paterna idealizada. Elige no volarse los sesos, sino devolver todo el odio de modo casi metafórico plasmado en esa frase registrada en su cuaderno mugriento, y mal traducida por los subtítulos: “lo malo de tener una enfermedad mental es que la gente hace como que no”. Sabe perfectamente que su destino es el encierro, y en un punto pareciera que es un alivio para él. Su destino final es encontrar un lugar que finalmente lo aloje, como deshecho social, como eso abyecto que debe ser confinado y eternamente estigmatizado.
Pero volviendo a la figura del “héroe”… Oprimidos habemos en todos los países, incluso en los que son potencias mundiales como Estados Unidos: Grandes Naciones que subsisten a costa del hambre y la miseria de miles de sus propios pobladorxs. Personas con cuerpos singulares e históricos profundamente marcados por las violencias, que sin embargo no consiguen empalizar con el resto de los miles de millones del continente y de otras partes del mundo, que sufren a raíz de las políticas internacionales de sus gobiernos.
No pensaba escribir nada sobre esta película en realidad, pero hace unos días me topé con la foto del joven chileno que perdió los ojos después de haber sido brutalmente torturado por los pacos hijos de la mismísima mierda de Piñera y sentí que no pude más. Sentí que no soporto tanta crueldad y la imposibilidad de construir como sociedades nuestros propios cánones de belleza revolucionaria cuando están allí hace décadas, y en cambio quedamos enganchados del horror que nuestros opresores nos enseñan.
¿Por qué se celebra al Jocker, cuando tenemos miles de personas que se acuerpan en colectividades potentes, que no solo combaten la crueldad infinita de los Estados genocidas, racistas y colonialistas; sino que crean sus propios íconos y símbolos, que a su vez son tomados por otras partes del mundo? ¿Por qué seguimos consumiendo la erótica bárbara de los individualismos patologizados? ¿Por qué insitimos con el romanticismo patriarcal del imperio, cuando tenemos la potencia de los feminismos y las mariconadas, marrones, negras, sudacas?
No estoy en contra de The Jocker. Siento que en algún sentido no es más que la versión de Taxi Driver o American Psycho del siglo XXI. Es que no puedo dejar de pensar en todas las fotos que nos muestran otras estéticas, otras éticas… otras eróticas de la insurrección revolucionaria, desde Palestina hasta Chile. Desde Abya Yala, hasta Kurdistán.



17.2.19

Relaciones tóxicas. Cuestionamientos tóxicos. Feminismos y revolución de los afectos.


Fragmento de un cuadro de Adriana Varejão

Hasta donde tengo entendido, el ya popular término “relación tóxica” proviene de cierta perspectiva sobre lo vincular que habla de la “mala gestión” de los afectos donde una de las partes se encuentra en clara asimetría con la otra, percibe con mayor o menor intensidad el malestar que le provoca el vínculo y paulatinamente ve mermadas sus capacidades autogestivas en las esferas de la voluntad, los afectos y el pensamiento. Puntualmente es un término que se utiliza para describir patrones vinculares lesivos en relaciones sexo afectivas de pareja y que se extiende a otros vínculos tales como la amistad o relaciones sociales en el entorno laboral. Este término se deslizó a ciertos desarrollos en torno a estas temáticas desde una mirada crítica donde lo que se trata de visibilizar la reproducción de ciertos patrones patriarcales y macro o micro machismos, cuando el “tóxico” de la pareja es el varón.

Es importante aclarar aquí algo que a esta altura puede resultar una cuestión de Perogrullo, pero que en el terreno de la política de los afectos y de la clínica para quienes nos dedicamos a la salud mental- nos lleva a terrenos pantanosos si no se distingue adecuadamente. No es lo mismo Patriarcado que machismo.

Desde los feminismos podemos entender al Patriarcado como la afirmación de la hegemonía masculina refiriendo concretamente a una situación de dominación y explotación de las mujeres e identidades feminizadas (niñxs, lesbianas, travestis y trans y varones no hegemónicos) que se basa en la firme creencia de la superioridad natural de los varones en las esferas de lo público, construyéndose así una sociedad androcéntrica, cis heteronormada y donde este poder necesita reactualizarse constantemente en y a través de la violencia.

El machismo, en cambio, es la política efectuada por acción u omisión para sostener las desigualdades estructurales que hacen del sistema patriarcal la matriz de las relaciones de poder en nuestras sociedades. El machismo puede ser una política concientemente llevada adelante o no. Y no es exclusiva de quienes son codificados como varones hegemónicos dentro de las sociedades.

A veces los varones heterosexuales también hablan de “relaciones tóxicas” a la hora de describir los conflictos más o menos violentos que tienen en ciertos vínculos con mujeres que en general son sus parejas (mantienen relaciones sexo afectivas). Esto se puede dar por dos motivos: el primero (el más frecuente) es porque se encuentran en una relación donde la mujer le cuestiona sus privilegios “a cada paso”. Es entonces cuando los oímos esgrimir argumentos de no implicación en la problemática o eximición de las responsabilidades desde el discurso de la importancia del “buen trato” o “trato amable para marcar las cosas”, reclamándole a la mujer que asuma un papel docente con él (posición pedagógica de las feministas). Aquí es donde podemos pensar esto de lo “tóxicos” que pueden ser los cuestionamientos para los varones que no desean ser visibilizados en el ejercicio de sus privilegios.

El segundo caso menos frecuente, pero existente también-, es que existen varones que se encuentran en una relación violenta con una mujer que en ocasiones se sirve de discursos en apariencia feministas para abusar simbólica y psicológicamente de ellos. No sé si amerita hacer una ampliación sobre este tema, pero como aclaración diré que las llamadas personalidades narcisistas, psicopáticas e incluso perversas no son exclusivas de los varones, y los mecanismos de manipulación, coerción, inoculación de culpa, entre otros, pueden servirse de cualquier discurso… hasta de los más revolucionarios. O incluso aventurarme y decir que así como no todos los varones violentos son enfermos, aunque todos sí hijos sanos del Patriarcado; hay mujeres que no están enfermas y son sanas hijas del Patriarcado.

En cualquiera de los dos casos, es muy importante el concepto “apropiación del discurso” como mecanismo que el patriarcado y el capitalismo tienen para reabsorber dentro del sistema todo aquello disruptivo y potencialmente desarticulador. Y aquí es donde quiero poder problematizar la noción de "relación tóxica". Algo tóxico es un agente extraño que invade y corrompe por contacto casual, o por ser inoculado por un tercer agente. Por ello considero que es necesario cuestionar el concepto “relación(es) tóxicas”, primero porque quita agencia a las partes e inventa un tercer elemento (el tóxico) que está por fuera de la historia y no responde a las relaciones humanas en sí.

El discurso que se construye desde los feminismos y los desarrollos queer, tiene la potencia de cuestionarlo todo. Literalmente todo. Tiene el valor de revolucionarnos desde lo más profundo que es lo personal y convertir la política en virtualidades hasta ese momento (este momento) inexistentes. Y requiere, necesariamente, arrancar del plano de la naturaleza todo aquello que responde a lo humano y las características que ello implica. Sobre todo a la variable nunca desestimable que implica el ejercicio del poder hegemónico de una clase sobre otras. Esto que ocurre cuando se oculta el contrato sexual –división entre lo público y lo privado- (Pateman, 1988) detrás del que se instituye como el primer derecho del pacto social: la propiedad privada. Así como también nos debe interpelar para poder pesar que la categoría “género” debe ser deslindada de todo lastre que la reduzca a una mera cuestión de “identidad” o “roles”, ya que hay una heterogeneidad interna que debe articularse necesariamente con la etnia, la clase, la edad, la orientación sexual... En resumidas cuentas, deshacernos de los procesos de naturalización que se dan con este concepto y que le restan fuerza como categoría de análisis (Bonder, 1999).

Pero mi interés esta vez no son las digresiones teórico-filosóficas, sino poder plantear a las compañeras heterosexuales desde dónde pienso yo el desafío en las políticas del amor que nos toca diseñar y sostener. Frente a la necesidad de no retroceder frente a los mandatos patriarcales, poder discernir adecuadamente entre los machismos de alta, media y baja intensidad, y al mismo tiempo tratar de construir desde el amor no patriarcal. Pareciera una empresa imposible ¿verdad?

Cada vez más se esparce como reguero de pólvora una política de tolerancia cero con los varones (cis) herterosexuales. No dejarles pasar una es la consigna. Estoy de acuerdo con esta política, aun cuando el precio sea el peor de los exilios. Pero también sobre esta ola aparecen críticas a algunas compañeras que plantean que “no hay que relacionarse a través del conflicto”, como contraargumentación a la pregunta “¿cómo te vas a relacionar si no es a través del conflicto con un compañero que se ofende y te dice ‘tóxica’ porque le cuestionas sus privilegios?”. Entiendo que esta pregunta emerge de las reflexiones donde se visibiliza a la violencia como única herramienta para cuestionar los mecanismos de estigmatización y silenciamiento sistemáticos del Patriarcado. El viejo argumento de: el fuego con fuego se detiene.

Creo aquí que esta línea de razonamiento puede que encierre una trampa. ¿De verdad la única forma de construir una contrahegemonía es dentro de las lógicas que sostienen y dan forma al patriarcado como sistema? Y no estoy hablando de una salida hippie o pacifista, negacionista de los conflictos, donde maniacamente se sostenga que con amor todo se soluciona.

Justamente de amor se trata, y el amor no es un afecto más especial que otros, no es más que una de las tantas propuestas vinculares que la humanidad ha logrado desarrollar. Lo que sí me interesa resaltar es justamente esto: la forma de encarar la vincularidad ¿será mediante alguna forma de asimetría? ¿No podemos acaso plantearnos un programa político que implique un pacto moral colectivo? (Maffía).

A la pregunta “¿cómo te vas a relacionar si no es a través del conflicto con un compañero que se ofende y te dice ‘tóxica’ porque le cuestionas sus privilegios?”, yo repreguntaría: ¿por qué querría relacionarme con un varón que se ofende porque señalo sus privilegios y cómo los ejercita impunemente, sometiéndome a mí afectiva y físicamente?, ¿por qué debería llamar ‘compañero’ a un varón que me posiciona nuevamente en la dialéctica más patriarcal de todas: la del amo y el esclavo, y me empuja a desear ser la Santa Inquisición del machirulaje?

Yo aquí es donde me abstengo, como Bartleby, y me sostengo en la política de “I would prefer not to” (preferiría no hacerlo). ¿Me va mejor acaso? De ninguna manera. Pero si de algo estoy segura, es que no voy a permitir que todas aquellas que fueron quemadas en hogueras y asesinadas de maneras cruentas para que yo hoy esté acá sean mi excusa para identificarme en los métodos con nuestro opresor. Me sostengo en la enseñanza de Susy Shock y repito todos los días: Yo, no quiero ser parte de esa humanidad.

24.12.18

Diciembre


Informes veraces de cómo, en 1551, cinco soles fueron vistos en Leipzig por muchas personas de confianza.



Tenés nombre de arcángel y significa "Fuego de Dios", fuiste nombrado como el ángel de la luz de las estrellas; eso dice Wikipedia. Alto nombre te puso tu vieja amigo, la verdad... Yo no sé por qué les pinta el misticismo a algunas madres, posta.


Parece que la tuya es muy devota, no para de mandarme cadenas al whatsapp sobre bendiciones y la virgen y no sé qué cosas. No la entiendo la verdad, preferiría que su piedad no fuera tan selectiva de las redes sociales y nada más... Trato de no pensar mucho en esto, pero cuando te veo a vos y a tu hermano se me hace muy difícil entender qué mierda pasa con ella.

Tenés una cara hermosa y un dios aparte... yo creo que porque te nombraron como el arcángel y eso te hace un poco a prueba de balas... o de camiones. Igual esto ni en pedo te lo digo porque lo único que me falta es que te hagas aficionado a cabecear el pavimento, o cosas peores.


Te armé un sobre con regalos de navidad. Todas cosas que fueron mías y que ahora quiero que tengas. Me gustaría decirte que el mundo puede ser un mejor lugar para vos. Me gustaría decirte que yo podría cuidarte en serio, mostrarte iluminaciones medievales y pinturas del siglo XVI y XVII que hablan sobre tu nombre y otras cosas bíblicas re flasheras. Me gustaría mostrarte la fotografía del siglo XX que tanto me apasiona, invitarte a que leas algunos libros que tengo y que capaz te gustarían. Contarte cosas que pienso y escuchar todo lo que pensas y te gustaría hacer.


Me gustaría poder decirte de verdad que el mundo podría ser un lugar que realmente te aloje. A veces me dan muchas ganas de hacerlo. Pero como no puedo, elijo llenar un sobre con una postal de Península de Valdez, un par de fotos que me gustan mucho y un anillo que usé muchos años y ahora quiero que lo tengas.


Feliz Navidad Uriel.